Historia de las tiritas: Si te cortas, ¡no te cortes!

Cuando me preguntan cómo puede una empresa empezar a innovar, siempre respondo lo mismo: ¡escucha a los empleados! No solo son los más indicados para proponer ideas que mejoren las formas de hacer las cosas. A veces pueden ver oportunidades de productos y servicios que a otros muchos les pasarían inadvertidas. La historia sobre cómo se inventaron las tiritas nos habla precisamente de ello. La escribí por primera vez para el suplemento de ciencia y tecnología Tercer Milenio de Heraldo de Aragón, y puedes encontrarla aquí.

Cómo se inventaron las tiritas: Del algodón a las cintas adhesivas

En 1920, Earl Dickson tenía un trabajo en el departamento de Compras de la empresa Johnson & Johnson y una esposa (con la que acababa de contraer matrimonio) algo torpe en casa que todos los días se hacía pequeñas heridas. Era el caldo de cultivo perfecto para que Dickson terminara inventando las tiritas.

Josephine Knight, la esposa poco ducha en labores domésticas, ha pasado a la historia por ser la musa de las tiritas. Dickson ayudaba a su mujer a curarse las heridas de sus pequeños dedos con un poco de algodón (de las muestras que tenía en casa), tapando la herida con un trozo de esparadrapo. Todo el proceso era en sí mismo bastante incómodo: la cura duraba poco y terminaba cayéndose. Observando esta escena, Earle Dickson pensó en alguna solución más duradera y que permitiera a una persona curarse a sí misma. Alguna cinta adhesiva que ya llevase incorporado un trozo de gasa o algodón y no se cayese.

Hizo varias pruebas con un trozo de cinta y le puso a intervalos unos cuantos apósitos de crinolina (un tejido hecho con crin de caballo) impregnados de desinfectante. Habían nacido las tiritas.

Tras varias pruebas, decidió no dejar la idea en un remedio casero y se la presentó a James Wood Johnson, uno de los fundadores de la Johnson & Johnson. Tanto le gustó la idea que decidió comercializarla.

En 1920 las tiritas se lanzaron al mercado con el nombre comercial de Band-Aid, con el que todavía hoy son denominadas comúnmente en Estados Unidos. Algo similar ocurre en España, donde no llegarán hasta una década más tarde. Fue en 1940 cuando se comercializaron con el nombre de Tiritas.

Las primeras tiritas se fabricaban manualmente. Se ofrecían en tiras de alrededor de medio metro de largo por 6 centímetros y medio de ancho. El usuario debía cortar el ancho de tirita que necesitara.

Los Boy Scouts, al rescate

Sin embargo, las primeras tiritas no lograron el éxito que sus progenitores esperaban. El primer año las ventas fueron solamente de 3.000 dólares. ¿Cuál era el problema? ¿El producto o la estrategia de ventas?

Johnson & Johnson decidió darle un vuelco a dicha estrategia. Distribuyeron gratuitamente Band-Aids a grupos de Boy Scouts por todo Estados Unidos, sabiendo que podían tener muy buena acogida como remedio para las pequeñas heridas que podían hacerse en sus excursiones. Y así fue. En tan solo cuatro años la producción y venta de tiritas era un éxito. En 1924 empezaron a fabricarse industrialmente.

La Segunda Guerra Mundial también supuso un fuerte empujón para las tiritas que, en 1939, se vendían ya totalmente esterilizadas. Se incluyeron dentro de los equipos de emergencia para los soldados del frente. Estos, a su vuelta, contribuyeron a la popularización de las tiritas.

¿Qué sucedió con su inventor?

Earl Dickson fue ascendido a vicepresidente de la compañía, puesto que conservó hasta su jubilación, en 1957. A su muerte (1961), las ventas de tiritas suponían un negocio para la Johnson & Johnson de 30 millones de dólares anuales. En 2001 se habían producido ya 100.000 millones de tiritas.

Lecciones aprendidas

  • Los problemas que mejor conocemos son aquellos que sufrimos nosotros mismos o nuestro entorno. Si encuentras una solución a alguno de tus problemas, piensa que probablemente no serás el único al que pueda interesarle.
  • El potencial de los trabajadores para generar nuevos productos, servicios y mejoras es muy grande. Las tiritas podían haber sido inventadas por cualquiera, pero el hecho de trabajar para una empresa del sector farmacéutico ayudó a que la idea saliera adelante. Si la empresa quiere escuchar, por supuesto. A veces es tan sencillo como organizar concursos anuales de ideas.
  • A veces el problema no es lo que ideamos, sino la forma en que lo vendemos, la estrategia de mercado y ventas. Tenemos que investigar y ser creativos también en la comercialización. Y no rendirnos ante los fracasos.

Fotografía de cabecera: Dedo malito, por Gaelx en Flickr (https://flic.kr/p/54t9hA). Algunos derechos reservados

 

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3 comentarios

  1. No hay que olvidar tampoco la microinfluencia. Un boy scout puede que no tenga mucha influencia; pero miles de ellos pueden llevar tu producto o servicio a cualquier parte.

    1. ¡Gracias #Jerby!

      La gente que juega a los bolos sabe que uno de los secretos es saber qué bolo derribar, aquél que hará que caigan los demás.

      Pues de eso se trata 🙂

      ¡Gracias por comentar y disculpa la demora en responder 🙁 !

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