Desde tiempos inmemoriales el ser humano se reunía en las cavernas, donde se comunicaban y compartían experiencias. Donde pintaba en las paredes, no «solo» por motivos artísticos o decorativos sino, fundamentalmente, para transmitir sus conocimientos, técnicas y, sí, pequeñas y grandes hazañas, a los demás. Escenas de caza, escenas del día a día. Destinadas para que perduren generación tras generación. Una metáfora para entender qué es ser voluntario del PMI. Ésta es la reflexión que hice en el lanzamiento oficial del Aragón Branch del PMI Madrid Spain Chapter, del que soy voluntario y miembro co-fundador.
La necesidad de cazar y sus objetivos
Nuestros antepasados tenían que cazar para obtener alimento, pieles y grasas, entre otras cosas. Las pequeñas presas eran cosa sencilla, pero cazar una animal de un tamaño considerable, tal y como un mamut, debían ser palabras mayores.
Muy probablemente cazarían lo que pudieran, pero tampoco es descabellado pensar que tenían una mínima planificación de objetivos en función de las necesidades que tuviesen. También habría una organización y asignación de tareas. Los habría más o menos hábiles en acorralar al animal, asustarlo, herirlo en puntos débiles (cabeza, piernas, …) y, por supuesto, en el cuerpo a cuerpo. Dicho en lenguaje moderno, tendrían sus procedimientos con sus respectivas asignaciones.
Pero hay más: no es solo cazar, sino también descuartizar, obtener lo que se desea y transportarlo hasta el poblado para el resto de los habitantes.
Podemos pensar en que cazar un mamut podía ser todo un proyecto que no incluía solamente el hecho de matar al animal.
Por supuesto, habría líderes y conflictos que resolver. Partes interesadas que gestionar (¿os acordáis de Tiñoso y Canijo en la serie Érase una vez el Hombre?) Riesgos, muchos riesgos, que deberían ser mitigados. Y … un largo etcétera.
Project Management Institute, PMBOK y pinturas rupestres
Aunque lo anterior puede tener algunas imprecisiones (no soy experto en prehistoria, y menos aún en la caza de mamuts), en lo esencial creo que se entiende el ejemplo.
Puedo imaginar a nuestros antepasados reunidos alrededor del fuego compartiendo historias de todo tipo. Y, por supuesto, de la caza. Transmitiendo las enseñanzas, las lecciones aprendidas al resto del poblado. Pintándolas en las paredes de la cueva. Y no solo como una expresión artística con una componente exhibicionista para presumir ante los demás del arte de la caza. Las pinturas rupestres tenían también como cometido que el conocimiento perdurara de generación en generación y para todos los miembros del poblado.
Pertenecer a una asociación de dirección de proyectos y participar en sus actividades tiene bastante de esa filosofía. Ser voluntario del PMI permite crecer como profesional, y ayudar a crecer a los demás.
Prosiguiendo con la analogía, hoy en día no se pinta en cavernas, pero el visual thinking y el graphic recording están tomando un auge impresionante. Como dice Fernando Abadía, las ideas no duran mucho; hay que dibujarlas.
Gráficamente o no, el Project Management Institute genera material de referencia con buenas prácticas en base a la experiencia acumulada en dirección de proyectos y las habilidades necesarias para el ejercicio de la profesión. Y se organizan eventos, charlas, talleres, grupos de trabajo en los cuales se intercambian experiencias y conocimiento. Y se tejen relaciones profesionales y personales de las que unen de verdad.
No sé si la analogía es más o menos exacta. Quizá sólo sea una visión personal. Pero no me negaréis que el hecho de formar parte de un colectivo que intercambia conocimiento y promulga su difusión, sea pintando en una caverna alrededor del fuego o no, tiene su encanto.
Lo más importante es llegar a crear un ‘imaginario común’. Quien tenga conocimientos de visual thinking lleva algo de ventaja.
Se puede y debe innovar en todo. Efectivamente, Visual Thinking no sólo es una herramienta. Es una actitud.
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