Inteligencia Artificial y el arte lowcost

Hace muchos años, visitando la ciudad de Toledo, entré casualmente a ver una exposición de pintura. En ella había un cuadro titulado algo así como Háblame del mar marinero. No sé si es por falta de habilidad mía, o por cierta justicia divina, pero he sido incapaz de encontrar dicho cuadro en Internet. Afortunadamente es sencillo de describir e imaginar. Un lienzo de (fácilmente) casi 2 metros de alto y algo menos de ancho, negro, totalmente negro. Ni un solo color. Nada.

¿Esto es arte? Poco importa mi opinión al respecto, puesto que disto mucho de ser un experto. Hay quien sabe mucho más de esto que yo, y defiende que sí en un cuadro en cierto modo similar al anterior, el Cuadro Negro sobre Fondo Blanco del artista ucraniano Kazimir Malévich.

Visto el panorama,  si el cuadro Retrato de Edmond de Bellamy no es arte, por el simple hecho de haber sido creado mediante Inteligencia Artificial, empecemos a hacer la lista de creaciones que tampoco lo son.

El primer cuadro creado por una Inteligencia Artificial en una subasta

No es el primer cuadro creado por la inteligencia artificial, pero sí el primero en ser subastado. Y lo ha sido por la nada despreciable cantidad de 432.500 dólares (más de 378.000 euros), más de 40 veces el valor de puja de partida. La obra, que se muestra en la imagen inferior, se denomina «Retrato of Edmond de Bellamy (2018)».

¿El fin del arte? ¿De la creatividad? No creo. Como mucho, el cuestionarse qué es el arte, y el negocio que existe detrás (que lo hay). Y probablemente un impulso al denominado arte lowcost.

Dejo este debate para un poco más adelante. Antes de nada, un poco de música de REM, que viene que ni al pelo: «el fin del mundo tal y como lo conocemos (y me siento genial)».

¿Cómo se «pintó» el cuadro?

Ni pinceles ni nada. Todo digital, y usando lo que se denominan Redes Generativas Antagónicas (RGA), conocidas y usadas desde el 2014 (un mundo, en lo que se refiere a tecnología).

Básicamente se le mostraron al sistema más de 15 mil retratos pintados entre los siglos XIV y XX. Éste consta de dos componentes: un Generador (que genera nuevos retratos en base a lo que ha visto) y un Discriminador, que intenta distinguir si los cuadros son del Generador o nuevos retratos de humanos que se le presentan. Se establece una suerte de competición entre ambos en el que el Generador intenta «engañar» al Discriminador, mejorando sucesivamente en la creación de cuadros para que éste los interprete como «humanos». El resultado, el cuadro «Retrato of Edmond de Bellamy (2018)» visto antes.

El sistema no es nuevo. Artistas como Mario Klingemann llevan tiempo usando esta técnica. Lo increíble no es la generación del cuadro en sí, sino que se haya vendido por un precio tan desorbitado (¿os suena?). En declaraciones al NY Times, el propio Klingemann dijo que, para la Inteligencia Artificial, es como los juegos de conectar puntos para los niños. Más sencillo que el mecanismo de un chupete (esto es cosa mía). Así de simple.

Mi teoría: las RGA se inventaron hace siglos (muchos)

No es bueno alardear de ignorancia, pero peor es querer parecer un experto. Desconozco el proceso creativo artístico, pero imagino que será algo de este estilo.

Los artistas tienen influencias de otros que les precedieron. Dicho en claro, vieron obras de otros artistas anteriores o de su tiempo: les «gustó» lo que vieron y fueron para ellos fuente de inspiración. Es decir, la inmensa mayoría imitan de alguna forma lo que han visto de otros. ¿Qué diferencia hay en que quien aprende/copia a otros sea una persona o una máquina? Cuestiones sentimentales y filosóficas aparte, poca.

Luego está el vil metal. Desde que algunos creadores trataron de vivir de sus obras, no sólo tenían que pintar lo que les gustaba, sino lo que el cliente (obras por encargo) o el mercado demandaba. Más aún, algunos tenían talleres en los que los aprendices pintaban cuadros que, muy probablemente, algún avispado artista intentaba colar como propios. Generadores (aprendices que tratan de imitar el estilo) y Discriminadores en estado puro, ¿no?

En resumidas cuentas. Entendemos sin ningún problema que los artistas aprendan de otros, se inspiren y beban de diversas fuentes. Pero resulta que ahora los ordenadores pueden hacerlo, y eso está mal. Se acabó la especie humana y bla bla bla.

¿Y el precio?

En el caso de la subasta del Retrato de Edmond Belamy en  Christie’s, las mayores críticas no han venido del mundo del arte, sino de la Inteligencia Artificial. El uso de RGA para la creación de cuadros es tan básico y accesible, que los propios expertos en IA consideran escandaloso que se hayan alcanzado esos precios de subasta.

Y a algún otro se le han adelantado, o incluso usado su trabajo.

Supongo que algo similar le pasó a algún anónimo artista que pintaba para hobby, al descubrir las cantidades insultantes que los duques y reyes de turno pagaban a sus colegas más avispados.

Arte lowcost

Hemos dado a las máquinas acceso a una cantidad de obras de arte que ningún humano tendrá tiempo de ver y asimilar. Pueden pintar (digitalmente) cuadros en segundos, descartando todos aquellos que el sistema crea que no van a gustar. Información no les falta.

Y, por cierto, no es sólo la pintura. Las máquinas ya están componiendo música imitando a Bach o a los Beatles.  Y se les está entrenando hasta para escribir poemas (con resultados, hasta ahora, dispares). Más aún, dales un boceto del dibujo que quieras, y te pintará tu propio Van Gogh.

Si para considerarse arte es condición necesaria el que lo haga un humano, nos estaremos haciendo trampas al solitario.

Si nos dejamos llevar por los prejuicios, de minusvalorarlo por estar pintado por una máquina, mal vamos. Como humanos, lo de los prejuicios lo llevamos fatal. En un famoso experimento (del que hablé aquí), una cadena de televisión infiltró un cuadro pintado por niños de 2 a 3 años en una feria de arte contemporáneo, sin que los visitantes lo supieran. Algunos llegaron a valorar el cuadro en más de 15 mil euros.

Si es tan sencillo generar creaciones artísticas con Inteligencia Aritifial, ¿estamos ante una nueva vuelta de tuerca del arte lowcost? ¿Del arte personalizado, no solo reservado ya a grandes fortunas y mecenas? Veremos.

Como humano, sigo prefiriendo que me pinte un retrato un artista callejero en Montmartre. Pero no necesariamente por el resultado, sino por la experiencia.

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