Una niña de 4 años juguetea con el teclado del simulador del módulo de comando del Apolo 11. Su madre, Margaret Hamilton, que trabaja en la misión que llevará por primera vez al hombre a la luna, la ha llevado a la oficina para poder compaginar su trabajo con el cuidado de la pequeña. Accidentalmente la niña pulsa una tecla y ejecuta un programa que desencadena un error crítico. Margaret se da cuenta de que el software del que va a depender el éxito de la misión, y las vidas de los astronautas, debería ser suficientemente robusto como para no sufrir dicho fallo.

Años más tarde, en la madrugada del 21 de Julio de 1969, 600 millones de personas (la quinta parte de la población del planeta por entonces) permanecen pegadas a la televisión para ver la llegada del hombre a la luna. En un momento dado la computadora de a bordo informa a los astronautas Armstrong, Aldrin y Collins de dos alarmas aparentemente graves, las llamadas 1201 y 1202. Tras unos instantes de dudas y desconcierto, desde el centro de control les dicen que adelante. El resto, es historia.
Matemática, filósofa, madre, esposa … y ¿programadora?
Que fuera “un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad” se debe, en gran medida, a Margaret Hamilton. Una mujer polifacética que diseñó y programó el software de navegación del Apolo 11.
Margaret Hamilton nació en 1936 en Estados Unidos. Se licenció en Matemáticas (con una diplomatura en Filosofía) y quiso dedicar su vida a dicha disciplina. Sin embargo su matrimonio trastocó sus planes: la pareja se trasladó a Boston para que su marido ampliara sus estudios en Harvard, y tuvieron una hija. Estudiando su marido, Margaret tuvo que sacrificar sus sueños y ponerse a trabajar.
Encontró trabajo como programadora en el Departamento de Meteorología del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y esto cambió su vida para siempre. Por entonces el trabajo de programación, con tarjetas perforadas, estaba reservado a mujeres, porque se veía como una tarea mecánica al estilo de la mecanografía. Además era compatible con el cuidado de la niña y la casa.
En el MIT Hamilton entró a trabajar a las órdenes del profesor Edward Lorenz, más conocido popularmente por proponer el llamado efecto mariposa. Margaret, autodidacta nata, aprendió por sí misma varios lenguajes de programación y desarrolló programas para predicción meteorológica.
De ahí “a la luna”
Su éxito en el MIT le llevó a trabajar al Laboratorio Lincoln, también del MIT, en el proyecto militar SAGE, que trataba de identificar aviones “no-amigos” en el espacio aéreo, así como el guiado de misiles para derribarlos.
El éxito obtenido en SAGE le permitió conseguir una plaza el Programa Apolo, también en el MIT. Allí se encargó, junto a su equipo, del Módulo de Mando y el Módulo Lunar de la misión.

Conviene recordar que estamos en los albores de la computación. Los ordenadores que ejecutaban el software eran dos moles de 30 kilogramos cada una, con una capacidad limitada. Cuando el sistema se sobrecargaba, directamente se apagaba. Que el módulo de guiado se apague él solito en pleno alunizaje no es una buena noticia para los astronautas.
Aunque la idea de Hamilton (a raíz del suceso de su hija relatado al principio) de hacer programas robustos y resistentes a fallos no tuvo buena acogida por considerarse altamente improbable, tras un “susto” en el Apolo 8 se terminó implementando en el Apolo 11. Margaret ideó una solución que detectaba cuando el sistema estaba sobrecargado, y pasaba a ejecutar únicamente aquellas tareas que fueran críticas para la misión.
Y eso sucedió la famosa madrugada del 21 de Julio de 1969: un error en el manual de vuelo hizo que Armstrong habilitara un radar secundario, que sólo se debía usar en caso de tener que abortar la misión. Los datos que generaba ese radar saturaron la memoria del computador haciendo saltar las alarmas para las que Hamilton y su equipo ya se habían preparado. Todo correcto. Prosigan con la misión.
Vida más allá del Apolo
Margaret Hamilton se especializó en desarrollo de software robusto, fundando dos compañías dedicadas a ello. Su forma de entender la programación le llevó a acuñar el término Ingeniería de Software, que hoy en día es una profesión. Ha recibido numerosos reconocimientos por sus aportaciones a la programación y la carrera espacial, incluyendo la Medalla Presidencial de la Libertad de su país natal. Su historia fue recogida en un cuento y tiene una figura de Lego en su honor.

Lecciones aprendidas
- Nada es fácil para nadie, menos si tienes los prejuicios de la sociedad en contra. Pero conviene recordar aquello de que si la vida te da limones … haz limonada. Cuando las cosas no van como hemos planeado, todavía podemos sacar provecho con nuestro esfuerzo y tesón.
- Los descubrimientos accidentales sólo se materializan si hay una predisposición a tener la mente abierta e identificar las oportunidades que se presentan.
- Que la programación de ordenadores se tratase como una ingeniería no era ni mucho menos trivial hasta los años 70. Hay profesiones que desaparecen, pero otras que van apareciendo con las nuevas necesidades de la tecnología.
- Que la historia de Margaret Hamiton no se hiciera famosa hasta 2014, tras un mensaje viral en Twitter, debe hacernos de nuevo recapacitar sobre la visibilidad del papel de las mujeres en la historia de la ciencia y la tecnología.
Entrevista a Margaret Hamilton
Os dejo con un vídeo (en inglés) con una entrevista a Margaret Hamilton que merece mucho la pena.
Historias de Innovación en Carne y Hueso
Este artículo se publicó originariamente en el suplemento de ciencia y tecnología Tercer Milenio, de Heraldo de Aragón. Puedes ver dicha publicación en este enlace.
Si quieres conocer más historias de innovación que he escrito en ese medio, las puedes consultar en este enlace.
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