En una de esas brillantes historias de Dilbert (enlace aquí), éste le pregunta a su jefe cómo tiene que ir vestido a una reunión, a lo que pelopincho le contesta que el personal de ventas siempre tiene que ir vestido un nivel por encima del cliente. Dilbert acude a la reunión vestido de … ¡DIOS! La reunión es en el Vaticano, pero tiene incluso más gracia si obviamos este detalle.
Hace unas pocas semanas vi en LinkedIn un enconado debate sobre la forma de vestir en el trabajo. Si determinada ropa (por ejemplo, pantalones cortos) era apropiada en el entorno laboral. Adelanto que los pocos comentarios que leí me encendieron un poco la sangre: quizá demasiado conservadurismo y rasgarse las vestiduras (nunca mejor dicho) cuando, realmente, no se puede generalizar. Se da la circunstancia además de que mis amigos de Eboca nos pinchan a los capitanes cafeína a debatir sobre esto en un evento al que, lamentablemente, no puedo asistir. Dejo aquí en cualquier caso mi opinión.
Recordemos: el objetivo de toda empresa es …
Hagamos memoria, de algo además de lo que ya hablé en su día en este blog. En el post Cuál es el valor más importante de una empresa, veíamos que si el objetivo de toda empresa es ganar dinero, y el de las personas es ser más felices, una excelente forma de dirigir una empresa es hacer más felices a las personas. No voy a repetir aquí todo el argumentario del post, pero sí conviene recordar la famosa cita de Zig Ziglar que también recordé en su día:
No construyes un negocio, construyes personas; y entonces las personas construyen el negocio. (Zig Ziglar)
La estética personal en el trabajo
Como en muchas discusiones de la vida, y le pese a quien le pese, no existe una respuesta universal a la cuestión sobre los límites de la estética personal en el trabajo.
Empleados contentos, negocio floreciente
La motivación de los empleados es un factor esencial para el buen devenir de una empresa. He hablado mucho sobre motivación en este blog, pero conviene no perder de vista un post que publiqué recientemente en LinkedIn: las barreras, en la vida y en el trabajo, somos las personas. No puedes obligar a alguien que odia el traje a ir todos los días con camisa, chaqueta y corbata. Mejor dicho … obligarle, le puedes obligar, pero la motivación … Y, recíprocamente, hay gente que prefiere ir trajeada en el trabajo. Fomentar en exceso una cultura de lo informal, rallando lo hispter, no contribuirá mucho a que esa persona se sienta cómoda en su entorno.
Del Casual Friday … a la respuesta de Netflix
En muchas empresas americanas suelen (o solían tener) el llamado Casual Friday: los viernes los empleados están autorizados a ir vestidos de manera informal (vaqueros, camiseta, …). Al hilo de esto, recuerdo la contestación que dieron desde Netflix cuando propusieron eliminar los días fijos de vacaciones, y que cada empleado dispusiera de los que quisiera (siempre que cumpliera con sus objetivos anuales), otra ¿moda? de relativa reciente aparición en Estados Unidos. Ante las críticas porque los empleados abusarían de la medida, cogiendo vacaciones en exceso, desde Netflix contestaron que cuando permitieron, unos años antes, que cada cual fuera vestido como quisiera, a nadie se le ocurrió ir desnudo al trabajo.
Una cuestión de confianza y sentido común de los trabajadores.
Los clientes
En toda esta ecuación no podemos olvidar a los clientes. Porque está claro que si ellos son más felices, el negocio … (¡siempre que compren y paguen, claro!)
Sí existen determinados sectores en que se aceptan unas normas tácitas, no escritas, de indumentaria. Aunque luego está, por supuesto, el tema del buen gusto (¡a más de uno habrán hecho jefe de planta por conseguir vender corbatas por las que nadie hubiera apostado un euro!) Incluso las diferencias culturales, en reuniones internacionales: el concepto de elegancia y vestir bien es muuuuuuuuuuuuuy elástico. Sé de lo que hablo.
La imagen de marca es fundamental. Puede parecer una tontería, pero hasta cuando viene un profesional a reparar algo a casa (fontanería, electrodoméstico, …) da una buena imagen que vista «corporativamente», aunque solo sea con una camisa o polo de la empresa de la que viene. Y os aseguro que no hay correlación alguna con lo bien o mal que haga su trabajo. Pero de salida …
Es lógico por tanto que en algunas empresas se imponga desde el uniforme a determinadas costumbres en la indumentaria. Siempre y cuando esté justificado por las costumbres del sector, la imagen de marca y lo que demande el mercado. Y no sea un empecinamiento del empresario de turno, no sostenido por el objetivo real del negocio (¡sí, ganar dinero!)
La cultura de empresa
Igual que es absurdo que alguien se queje porque sus hijos rezan todos los días en el colegio, cuando él mismo ha decidido llevarlos a un colegio religioso, el hecho de trabajar para una empresa implica aceptar la cultura empresarial de la misma. Y si crees que se puede cambiar y mejorar, lucha por ello (desde el respeto). Y si ni crees, ni puedes, ni sabes, te has equivocado de sitio en el que trabajar. Bye bye. Arrivederci. Auf wiedersehen. Sal pitando de ahí en cuanto puedas.
Volviendo al ejemplo de los colegios, puede parecerte mal que tus hijos vayan con uniforme (amen de un coste significativo). Pero no en todos los colegios obligan a llevar uniforme, de manera que, si los sigues llevando a ese colegio, será porque te compensa hacerlo, pese al engorro del uniforme.
Los cambios culturales
Decía antes que el hecho de ir vestido de una manera u otra no te hace mejor profesional. Simplemente proyecta una imagen distinta de uno. Tradicionalmente visionamos a los grandes ejecutivos vestidos de traje, pero esto está cambiando.
Piensa en Mark Zuckerberg, el desaparecido Steve Jobs, Larry Page (cofundador de Google)… Ojea cualquier portal como Business Insider o TechCrunch, en el que se habla de start-ups que consiguen millones de euros en rondas de financiación y marcan tendencias en el mercado. ¿Van sus CEO y fundadores encorbatados? La respuesta es no. Es cierto que en muchos casos lo que hay detrás es una imagen de marca personal (por ejemplo, las famosas camisetas grises y negras de Zuckerberg), pero no lo es menos que difícilmente los empleados de Google, Facebook o Apple deben ir obligatoriamente trajeados. Y cada vez son más las start-ups fundadas por gente joven que pueden no tener esa visión clásica de la estética personal en el trabajo. Incluso en sectores tradicionales como la banca, con la irrupción de las llamadas Fintech.

Personalidad
Personalmente, prefiero la personalidad (valga la redundancia) sobre la uniformidad y los modismos. Recalco lo de los modismos: obedecer a los dictados de modas pasajeras no cuenta. Sirva como ejemplo las barbas hispter. Y siempre y cuando vaya acompañada de la valía profesional y, sobre todo, del respeto a los demás y sus opiniones. Y esto, que es fundamental en cualquier equipo, ni lo ponen ni lo quitan tatuajes y pendientes.
Por cierto, hablando de apariencias y prejuicios, conviene releer este post sobre los prejuicios y la primera impresión.
Los prejuicios
Al ritmo que cambia la sociedad, conviene olvidarse de algunos prejuicios y tener cierta apertura de miras.
No me gustan, por lo general, los tatuajes. Del piercing, ni hablamos. Pese a todo lo anteriormente dicho, mi parte de cerebro animal no puede, después de 45 años, evitar cierta sensación de miedo o amenaza ante individuos en función de la indumentaria. Debe ser algún reflejo animal porque, curiosamente, los que más me han fastidiado en esta vida llevaban traje y corbata. Me traicionan mis prejuicios.
Conclusiones
La inmensa mayoría de las cuestiones se dilucidan recurriendo al sentido común.
Me ha quedado un post un tanto deslavazado. Muchas ideas y muchos hilos argumentales que se pueden seguir. En cualquier caso …
Cada momento y cada lugar requiere una actitud y una estética. Saber llevar la adecuada forma parte del «arte de trabajar». Son muchas las variables que debemos considerar a la hora de exhibir una estética personal en el trabajo u otra. El peso relativo de cada una de ellas será en función del objetivo u objetivos que se pretendan perseguir: desde una imagen de marca, a la libertad y motivación de los empleados.
Y en un mundo plural como en el que vivimos, olvidarnos de prejuicios y clichés absurdos nos aportará muchas ventajas. Porque como dice el refranero popular, el hábito no hace al monje.
Parafraseando un conocido consejo religioso: ‘Vende y viste como quieras’.
No todas las estéticas consiguen clientes y pedidos. Así que por esa parte, no tenemos que preocuparnos mucho.
¡Muy cierto #Jerby!
¡Gracias por comentar!
8)
Muy buenas, Angel.
Como sabes he trabajado mucho tiempo en empresas americanas con un concepto de la estética empresarial ciertamente acusado. En alguna ocasión recuerdo que nos dijeron que mientras fueramos empleados de esa empresa nuestra imagen influia tanto durante el horario laboral como fuera de él. Vamos, que tuvieramos cuidado porque nos podíamos encontrar con un jefe en cualquier sitio y nuestra imagen y comportamiento nos podía afectar.
Como también sabes, actualmente mi perfil está más orientado a la parte comercial y la imagen veo que tiene mucha influencia. Y aunque se ha relajado la situación respecto al traje y la corbata no puedes ir de cualquier manera a muchas empresas, por mucho que digan que admiten una imagen «más relajada» de lo habitual.
Mi aportación por tanto, informate bien de quien va a ser tu interlocutor, el evento al que vas a asistir, … e intenta cumplir con las reglas de etiqueta. Esto y el sentido común te harán estar siempre a la altura de las circunstancias.
Un abrazo
¡Gracias José Manuel!
Ya sabes que soy bastante clásico, y no seré quien defienda determinados tipos de vestimenta, tatuajes ni piercings. Pero sí creo que, independientemente de gustos personales de cada uno (dirección y empleados), hay que sopesar los objetivos, el contexto y la libertad personal.
Ventas/Desarrollo de Negocio es un caso claro de «preservar las formas». Salvo que vendas material para piercing y tatuajes 😀 😀
El caso que planteas sobre la indumentaria en y fuera del trabajo es muy interesante. Es cierto que, en determinados puestos, la imagen de uno es la imagen de la empresa. Pero el «grado de impacto» es acorde al puesto, y el salario debería serlo también. Si uno está dispuesto a renunciar a determinadas formas de vestir, comportamientos públicos (o incluso a no disponer de cuenta en redes sociales, como imponen algunas empresas a sus directivos), queda a la libertad de uno decidir si le compensa o no.
Un ejemplo que puede servir es el de los deportistas de élite (como pilotos de F1). Parece ser que tienen en su contrato el no practicar determinados deportes de «riesgo» (¡creo que algunos hasta esquiar!) El objetivo de la firma es claro: evitar riesgos «innecesarios» (entrecomillado). Si por pertenencer a determinado equipo y participar en competiciones de élite estás dispuesto a ello …
Por encima de todo, la libertad de las personas, y el reconocimiento de las cosas a las que renunciamos. Y si hay acuerdo entre las dos partes, pues mejor …
¡Gracias por comentar!
8)