Negar, a estas alturas, la necesidad de la dirección de proyectos es como negar el darwinismo. Sí, hay gente que todavía sostiene el creacionismo. Y a esos mismos, probablemente, poco les costará defender que las cosas se hacen por inspiración divina. Hacer que las cosas sucedan, que salgan adelante las ideas y proyectos es, en sí misma, una profesión, no un acto divino ni una cuestión de testosterona. Porque, en cierto sentido, los proyectos son como las setas en el bosque: pese a la creencia popular, no surgen por generación espontánea.

En cualquier caso la pregunta no es baladí. Pero más que tratar de justificar por qué realmente es necesaria la figura de la dirección (jefatura o gestión, llámala como quieras), explicaré en lo que sigue por qué estamos todavía discutiendo de ello y, de paso, cuáles son los males que aquejan al reconocimiento y desarrollo de la profesión. Básicamente, éstas son:
- Un sistema educativo demasiado enfocado al trabajo individual sobre el grupal.
- Una mala definición de las carreras profesionales
- La connotación de autoritarismo y falta de utilidad del papel del jefe, en muchas culturas
- La excesiva fragmentación empresarial de determinados sectores, con un elevado número de pequeña empresa que no valora (o cree que no se puede permitir valorar) la labor de dirección de proyectos
El trabajo individual sobre el grupal
En la mayoría de los sistemas educativos se prima el aprendizaje individual sobre el grupal. No se desarrollan suficientemente las dinámicas de trabajo y aprendizaje en equipo, ni la necesidad de especialización en los diferentes roles y responsabilidades que necesariamente ocurren en la vida real. El propio mundo académico está contaminado por este hecho: los profesores imparten una asignatura, unos contenidos, pero no se fomenta suficientemente el aprendizaje colectivo.

En relación con lo anterior, existe una excesiva valoración del trabajo individual sobre el colectivo, por parte de la sociedad y de los propios individuos. Se premia y promociona al individuo, no al grupo.
La indefinición de las carreras profesionales
En la cultura europea (no tanto en la americana), existe una falta de definición de carreras profesionales. Generalmente un profesional empieza desarrollando un trabajo técnico. Progresa dirigiendo equipos (primero pequeños, después más grandes), jefatura de proyecto y dirección (al principio como mando intermedio y luego como directivo), derivando en ocasiones al desarrollo comercial, marketing (¡sí, marketing!) y comercial / ventas.
Si bien es verdad que las diferentes áreas funcionales y de gestión no son estancas, sino que requieren de conocimientos y coordinación cruzada, no pueden simplemente nutrirse, por defecto, de progresión profesional desde puestos de ingeniería o producción (¡recordemos el Principio de Peter!) Algunas funciones de la empresa (como marketing) están cada vez más profesionalizados, y en empresas medianamente serias rara vez se llega a puestos de responsabilidad por promoción interna desde producción o ingeniería.
Lo cual nos lleva al siguiente punto …
Eso de ser «jefe»
Ignoro que ocurre en otros países, pero en España la propia palabra jefe ya tiene ciertas connotaciones de autoritarismo y superioridad. Hasta el punto de que no existe consenso sobre si, en el caso que nos ocupa, debemos referirnos a Jefe de Proyecto, Director de Proyecto, Gerente de Proyecto u otras variaciones. A veces nos referimos a Project Manager y asunto zanjado.
Nadie sabe qué hace un jefe, qué valor aporta (o debería aportar). ¿Es algo cultural? ¿Falta de formación? ¿De comunicación? Probablemente todo un poco. Así es difícil combatir que en determinados sectores predomine el aquí remamos todos juntos, pero sin capitán, claro.

Claro que a veces la cosa se lleva al otro extremo. Lo cual me recuerda la mítica frase de la película Amanece que no es poco, cuando dicen aquello de «¡Alcalde! ¡Todos somos contingentes, pero tú eres necesario!»
La atomización de determinados sectores industriales
Existen sectores que están excesivamente fragmentados, con presencia de multitud de empresas pequeñas y medianas que compiten en océanos rojos. Empresas pequeñas que abordan proyectos de pequeña envergadura. Los costes de gestión de proyecto no parecen (subrayo parecen) estar justificados. Aunque este punto es altamente polémico y sujeto a debate, entre no gestionar en absoluto e implementar procesos de alta madurez (seis sigma, CCMI, etc) hay muchos grises.
En cualquier caso, la dispersión y atomización de empresas en un determinado sector, hace que no prolifere la imagen de director de proyectos. Dependiendo de cómo evolucione la competición en dichos sectores, la figura del director de proyectos emanará de forma natural. Por ejemplo, si aumenta la externalización de determinadas labores hacia pequeñas empresas (como factorías de software), la existencia de directores de proyecto en ambas partes será fundamental.
Conclusiones
El cambio de paradigma en las empresas con modelos de negocio orientados a proyecto tendrá lugar cuando gran parte de ellas abandonen la creencia del hombre orquesta, capaz él solo de tocar todos los instrumentos. Cuando necesidades como la externalización obliguen a una verdadera coordinación de los esfuerzos, puertas adentro y afuera. Y cuando el papel de jefe de proyecto se conozca y reconozca desde el mismo sistema de enseñanza, libre de todo tipo de connotaciones despectivas y enfocado en su verdadero objetivo: hacer que las cosas salgan adelante.

Pero ésta es solo mi opinión, claro. Puedes leer mucho más sobre el tema en los fantásticos artículos que mucha gente habrá publicado, junto a este, sobre #PMideas en el siguiente enlace.
El otro día, en otro ámbito, escuché la expresión ‘federación de competencias’. Al igual actualmente que no tiene mucho sentido el ‘hombre orquesta’, tampoco lo tiene el ‘jefe orquesta’…
Puede que en un equipo, haya personas que en un área determinada sean mejores que su propio ‘jefe’… no se trata tanto de delegar sino de compartir competencias…
@empleopositivo
¡Muchas gracias #Jerby!
Me encanta el término Jefe Orquesta. Te lo compro 😉
Efectivamente, los propios jefes tienen (tendemos) a aglutinar demasiadas responsabilidades, cuando la delegación debería ser consustancial en nuestras vidas. Tratamos de querer saber hacer demasiada cosas, y caemos en la misma trampa de la que propagamos huir.
Muy buena puntualización.
Gracias por comentar!
Buen artículo Ángel como nos tienes acostumbrados.
Podríamos resumir con un aquellos polvos trajeron estos lodos.
Un abrazo.
Se puede decir más alto pero no más claro 😉 . ¡Gracias por comentar!
En los puntos que señalas, por ejemplo, en la educación, creo que hasta nos acaba molestando el trabajo en equipo. También el individualismo se va fomentando sí o sí, sobre todo cuando con los años compruebas que si esperas a que alguien te ayude a salir del fango, espera, espera…
Además que en España, la idea que tenemos los curritos de los jefes es muy negativa. Creo que en parte nos han vendido que estudiar una carrera nos va a llevar a ser jefes y nos pegamos después el batacazo con la realidad. La gente no suele progresar, mucha gente empieza en un puesto y no promociona, lo cuál a veces te puede llevar a formarte ciertas ideas del que ha conseguido un ascenso. No todos podemos ser jefes, no habría sitio para tantos jefes. Ya lo de jefe de proyecto, ¿hay muchas empresas que realmente tengan proyectos serios? Yo eso lo veo en las grandes, pero en un país de Pymes como el nuestro, no estoy tan segura.