Dirigir equipos: Del despotismo al buenrollismo ilustrado

Como otras muchas cosas en la vida, la gestión de personas es una mezcla de arte y ciencia; es decir, una mezcla de capacidades y dones innatos (arte) con conocimientos adquiridos y practicados (ciencia). Tradicionalmente se ha venido dando más peso a la componente artística de este combinado que a la adquirida. En mi opinión, por lo que veo y leo por ahí, esa tendencia está cambiando.  Y para bien. Es lo que llamo el buenrollismo ilustrado.

Muchos abogamos por erradicar el despotismo como forma de gestión. Tal y como nos dice Wikipedia, el despotismo fue una forma de gobierno que tenían algunas monarquías europeas del siglo XVIII, en las que los reyes seguían teniendo poder absoluto, trataron de aplicar medidas ilustradas, es decir, trataron de educar al pueblo. La frase que sintetiza al despotismo ilustrado es «todo por el pueblo, pero sin el pueblo».

Organizaciones altamente jerarquizadas, con escasa o nula delegación y empoderamiento desde la dirección. El ordeno-y-mando castrense, el manu militari como forma de gestión. Y si hay que justificarlo, se justifica. Para eso tenemos El Príncipe de Machiavelo, o El Arte de la Guerra, de Sun Tzu, convenientemente reinterpretado a las necesidades de justificarse de cada cual. O Las 48 Leyes del Poder, publicado en 1998 por Robert Greene y maravillosamente analizado y criticado por Amalo Rey en su post Manual del Trepador o cómo protegerse de las argucias del Poder.

Qué es el buenrollismo ilustrado

Ahora estamos pasando a lo que podíamos llamar cariñosamente el buenrollismo ilustrado. Las personas en centro, las personas importan. Su motivación, su implicación, su pertenencia a los equipos.

El buenrollismo ilustrado: todo para las personas pero CON las personas.

Buenrollismo ilustrado

Y es ilustrado porque ya no nace del arte particular de cada gestor, y sus capacidades para la gestión de personas. Los responsables de equipos ya no fían su suerte a dichas habilidades, sino que leen, se documentan. Y se arriesgan y prueban.

La lista de fuentes es infinita.

Intentamos entender la dinámica de los equipos y abrazamos conceptos como Los Roles de Belbin, quien redefinió el concepto de equipo de la siguiente manera:

Un equipo no es un conjunto de personas adscritas a determinados puestos de trabajo, sino una congregación de personas donde cada uno de ellos desempeña un rol que es comprendido por el resto de miembros. Los miembros de un equipo negocian entre sí el reparto de roles y desempeñan de manera más eficaz aquellos que les son más naturales.

Nos preocupamos por qué motiva a las personas y las ideas de Daniel Pink en su libro Drive son de obligada referencia. Hacemos mapas personales para conocer a las personas, más allá de sus responsabilidades en el trabajo. Potenciamos la autoorganización entre los miembros del equipo. Hablamos de liderazgo informal, de gestión del cambio en lo que atañe a la gente. De expectativas. Intentamos resolver los problemas aprendiendo técnicas como los 6 sombreros de pensar de Edward de Bono. Y un larguísimo etcétera.

Las citas sobre el papel de las personas corren por la red como la pólvora (¡ojalá se llevaran a la práctica tanto como se comparten!)

No construyes un negocio, construyes personas; y entonces las personas construyen el negocio (Zig Ziglar)

Buenrollismo ilustrado: Zig Ziglar

Claro que no todo en el monte es orégano, que se habla y escribe más de lo que se practica. Y que el buenrollismo ilustrado tiene sus detractores. Una vez me llegaron a decir a la cara que lo único que hacía era embelesar a otros con bonitas palabras, pero que detrás de mí no había nada. Y aquí sigo. No sé si embelesando, pero sí tratando de construir y difundir el buenrollismo ilustrado.

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7 comentarios

    1. Sí, y no tengo claro que termine siendo la forma predominante. Pero mientras haya suficientes opciones donde poder elegir, y no «tener que morir al palo», lo daremos por bueno (o por menos malo).

      ¡Gracias por aportar, #Jerby!
      8)

  1. No sé Ángel, el buenrrollismo dura lo que dura que la personas que integran un equipo de trabajo estén de acuerdo con su superior jerárquico; en el momento en que aparecen discrepancias la cosa se complica. Hasta el jefe más buenrrollero saca a relucir su ego en el momento en que no se comparten sus opiniones, de ahí el uso/abuso de las reuniones que en realidad son un monólogo con un ponente y un grupo de palmeros frente a él.

    Me gustaría pensar que las cosas están cambiando pero mi experiencia y la de las personas que me rodean, me dicen que no es así. En España el «ordeno y mando» está muuuuuy arraigado. Todos sabemos lo que está guay y cómo hay que tratar a la gente para que esté contenta ergo sea más productiva, que eso se dé ya es otra historia.

    Saludos

    1. Hola Mónica,

      Estoy de acuerdo contigo, pero no es ese el mensaje que quería transmitir en el post. Me temo que no me he explicado bien 🙁

      No soy tan iluso como para pensar que se ha alcanzado el nirvana de las relaciones en el trabajo, y que todo es un mundo de colores. Pero sí percibo en muchos sectores (al menos en el mundo del software, y algunos otros sectores más) que existe una concienciación mayor de la importancia de los equipos, hasta el punto de formarse y aprender, y no solamente fiarse a las habilidades personales de cada uno. Y desterrar a Maquiavelo de las supuestas citas eruditas y citar casos como los que incluyo en el post.

      Aún así, ésta tendencia no supone ni de lejos la mayoría (conozco muchos más casos de malrrollismo que de buenrrollismo). Pero quizá estamos asistiendo al despertar de La Fuerza 😀

      ¡Gracias por aportar, Mónica!
      8)

  2. Estimado Ángel. Saludos desde Venezuela.

    Comparto contigo que la gestión de personas «es una mezcla de arte y ciencia», puesto que la relación conocimiento y virtud que tenga cada individuo determina su actuación como gerente o trabajador. El buenrollismo es una decisión inteligente de llevar las relaciones de trabajo; quizás los temperamentos de cada persona, la situación en que se plantee, y la cultura organizacional pueda conspirar en contra de humanización del trabajo, pero depende de la inteligencia y experiencias de los miembros de la organización para manejarse en los mejores términos posibles ante tales circunstancias.

    Si quieres pasa por mis artículos «El mal llamado recursos humanos» o «la evaluación del desempeño ¿cómo beneficiarnos todos?» en los siguientes enlaces http://wp.me/p6WkoM-dy http://wp.me/p6WkoM-ph, en los que desarrollo temas similares

    Pedro P.

    1. ¡Muchas gracias Pedro!

      Efectivamente, la cultura organizacional es algo que no puede pasar por alto a la hora de practicar el «buenrollismo», llegando en muchos casos a verdaderas situaciones de gestión del cambio para combatirla.

      Muchas gracias también por las referencias. Comparto ambas en las redes sociales.

      ¡Gracias por comentar!
      8)

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