Somos unos hipócritas. Unos auténticos hipócritas. Nos defendemos y conjuramos contra aquellas cosas que van contra nuestros intereses pero, al mismo tiempo, usamos los mismos argumentos a nuestro favor cuando la ocasión lo requiere. O hacemos la vista gorda.
Hace algunas semanas hablé sobre el caso de Bla Bla Car. Fenebús, la patronal de autobuses, denunció a BlaBlaCar por competencia desleal. Ahora el el turno de Uber. Se está creando un gran revuelo y profesionales del taxi en varias ciudades europeas (entre ellas Madrid y Barcelona) se han manifestado contra los servicios que ofrece esta compañía.
En el artículo anterior sobre BlaBlaCar ya conté lo que me irrita que se usen los tribunales para defender el status quo de determinados grupos de interés, en contra de nuevos modelos de negocio e innovación. Y, ojo, no entro en quién tiene la razón en este caso particular. Ni que decir tiene que todos tenemos el derecho a defender nuestros intereses personales y profesionales. Pero, en esa defensa, muchas veces caemos en la más pura hipocresía.
Los mismos profesionales del taxi que ahora protestan, ¿saben qué sucedió con las acciones de empresas como, TomTom o NavMan, que desarrollaban y comercializaban navegadores GPS, cuando Google lanzó Google Maps? Exacto. Las empresas del sector se desplomaron en la bolsa. ¿Usan los taxistas Google Maps en sus vidas privadas? Yo diría que la gran mayoría. ¿Pedirían un cambio de regulación en el sector de navegadores móviles? Ni ellos, ni nadie lo hizo. ¿Qué hicieron esas empresas? Esencialmente, no centrar sus esfuerzos en el mercado del gran consumo sino en el profesional (o en determinados nichos de gran consumo). Por cierto, un gran número de taxis llevarán como navegador alguno de estas marcas.
Todo esto muy legítimo, pero sutilmente hipócrita.
Los no-taxis de Uber
Reconozco de hecho ciertas simpatías iniciales hacia Uber, por su atrevida propuesta. Pensaba (y pienso) que existe un vacío legal en el modelo de negocio que proponen, así que me alineaba más del lado de esta empresa que de los taxistas. Pero se me cayó el alma al suelo al oír las declaraciones de la responsable de Uber en España en un programa de radio. Uber se autoproclama como una plataforma para móviles que fomenta compartir vehículos entre usuarios. Lo que al principio me pareció un error de marketing de bulto (lo que se proporciona es el servicio de coches; la aplicación móvil es secundaria) resultó ser el discurso oficial para no incurrir en denuncias por lo que realmente representan: transporte de personas.
Por cierto, y es una opinión personal, harían bien en Uber en cambiar de portavoz (al audio de la entrevista me remito; juzgar vosotros/as mismos/as, pero la forma y fondo de expresarse son lamentables). En definitiva, en vez de proclamar lo que realmente son, adoptan la postura cobarde de esconderse tras la aplicación móvil. Y menos mal que están recibiendo el apoyo de la Comisión Europea. La cobardía está reñida con la innovación, y la credibilidad de cada cual. Algo huele a podrido en Uber. Pura hipocresía.
Los no-refrescos
Trabajadores y sindicatos de Coca Cola animando a no consumir el famoso refresco. ¿Por qué? ¿Preocupados por nuestra salud? Deberían. ¡Una lata de Coca contiene alrededor de 10 cucharaditas de azúcar! No. Lo hacen como estrategia para defender sus empleos .
Despidos masivos y EREs salvajes en varias plantas de Coca Cola en España, muy posiblemente por una mala gestión de los propietarios. Huelgas y manifestaciones muy legítimas, por supuesto. De hecho la justicia les ha dado, de momento, la razón. Ahora bien, si quieren que sus empleos se mantengan, ¿qué nos van a pedir ahora? ¿Que nos hinchemos a beber dicho refresco?
No debemos olvidar que las mismas malas prácticas de gestión las aplican desgraciadamente muchas otras empresas, y «gracias» a eso los propios trabajadores de Coca Cola (y el resto del mundo) pueden acceder a multitud de bienes a precios muy asequibles. Se pone el foco en la rentabilidad económica, en el negocio, pero no en la sostenibilidad del mismo y su impacto en la sociedad. Eso sí debería animarnos a no consumir determinados productos, pero no es lo que perseguían las protestas. Era algo temporal: el ERE.
Legítimo, pero sutilmente hipócrita.
Las no-patatas de Pringles
El caso de Uber y sus no-taxis me trajo a la memoria otro muy famoso. Imaginemos un fabricante de patatas fritas, que va a juicio para alegar que lo que vende (y, dicho sea de paso, consumen sus clientes) no son patatas, sino un snack a base de harina. Y que se sale con la suya. Todo para ahorrarse un dinero en impuestos, a ellos mismos y a los usuarios. Caso verídico, las famosas Pringles. Engañar a los millones de consumidores del producto que siguen pensando que comen patatas fritas. Los tribunales dicen que es legítimo, pero estaremos de acuerdo que es hipócrita (pero no sutilmente).
Conclusiones
Vivimos en una sociedad de consumo. Nos aprovechamos de la mano de obra barata, las economías de escala, la obsolescencia programada, y de un larguísimo etcétera. Siempre ha sido así, y así seguirá. Mi madre y mi abuela vendían leche fresca en una panadería hace poco más de 40 años. ¿Es viable la leche fresca para el mercado de gran consumo? No. Y nadie duda de que la leche fresca sea mejor que la consumimos del supermercado, pero los tiempos obligan. Tampoco nadie duda de que coger un taxi con todas las garantías de seguridad del conductor y vehículo es mejor que un conductor anónimo de Uber. Pero, ¿se quiere pagar la diferencia? Los taxistas lo tienen crudo.
Reitero mi comprensión y apoyo hacia quienes luchan por mantener sus puestos de trabajo. Yo mismo lo haría, machete entre los dientes, para defender mis intereses y los de mi familia. Pero espero al menos tener la lucidez de dirimir si, con lo que estoy pidiendo, estoy siendo un hipócrita o no. Porque, en el fondo, nos hemos instaurado en la hipocresía 2.0. Y ahí, me temo, seguiremos un buen tiempo.
Por cierto, y para que no quede duda, voy en taxi, bebo Coca Cola y como Pringles. Pura hipocresía 🙂
Deja un comentario