Sobre cómo Bob Esponja trató de innovar en el Crustáceo Crujiente (y terminó emprendiendo)

Vuelvo a la carga con uno de los temas recurrentes en este blog, Bob Esponja. ¿Dibujos para niños? Más bien no. Muchas veces no son más que un fiel reflejo de la realidad, parodiado y llevado al extremo, pero reflejando la realidad en cualquier caso.

Mucho se está hablando sobre la dificultad de promover ideas innovadoras en la empresa y fomentar el intraemprendimiento. El episodio que os traigo hoy resume bastante bien la cruda realidad a la que tienen que enfrentarse muchos trabajadores en las empresas. Y alguna que otra lección más. Vamos allá.

El Crustáceo Crujiente, la hamburguesería en la que trabaja Bob Esponja, propiedad del tacaño Señor Cangrejo, lleva más de un mes sin recibir un solo cliente. De repente, aparece alguien arrastrándose por el suelo, pidiendo comida y bebida. Lleva tres días sin comer ni beber. Rápidamente el Señor Cangrejo le pregunta si tiene dinero (¡tres hurras por la ética personal y profesional!), a lo que el hambriento cliente responde que sí. Cuando le sirven la bandeja con la hamburguesa y la bebida, el cliente observa el desolado ambiente que ofrece el Crustáceo Crujiente. Dice que no hay atmósfera, ambiente, y decide proseguir su marcha, arrastrándose por el suelo, pidiendo nuevamente comida y bebida.

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¡Varios días sin comer, y rehúsa la Cangreburguer y el refresco, por el patético ambiente del local! De salida, el Señor Cangrejo niega el problema (nadie va a un restaurante por la atmósfera). Sin embargo, oye una conversación en la calle y se entera que otro local de comida está haciendo todo un negocio porque tiene un perro que habla, un espectáculo para atraer clientes.

A estas alturas, Bob Esponja le dice al Señor Cangrejo que tiene una idea. El Señor Cangrejo ni siquiera escucha a Bob, y decide poner en práctica la suya propia: enterrarse vivo en la arena  (siendo un cangrejo, no parece nada complicado), copiando la estrategia de la competencia. Fracasa.

Bob Esponja sigue insistiendo tenazmente en que tiene una idea, y por fin el Señor Cangrejo decide escucharlo. ¿Por qué no lo has dicho antes?, le dice. Con un par de narices. Bob Esponja le expone su idea: le muestra hamburguesas de colores, para todos los gustos. El Señor Cangrejo no solo se ríe de la idea y la tacha de estúpida. Llama a Calamardo (vecino y compañero de trabajo de Bob) y ridiculizan la propuesta juntos.

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Bob Esponja se marcha defraudado y decide emprender por su cuenta. Se pone un puesto callejero de hamburguesas de colores, junto con su amigo Patricio. La cosa va mal al principio, hasta que un cliente, que inicialmente se ríe del producto, ve una hamburguesa morada, su color favorito. Decide comprarla y le gusta. Las hamburguesas de Bob Esponja se hacen famosas en todo fondo de Bikini y tiene que atender decenas de miles de pedidos.

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Cuando esto llega a oídos del Señor Cangrejo, éste despliega todas sus (malas) artes para convencer a Bob Esponja, comprarle el incipiente y beneficioso negocio de las hamburguesas de colores, a cambio del Crustáceo Crujiente. Bon Esponja acepta. Como se suele decir coloquialmente en el mundo de las start-ups, mata la vaca, vende el negocio.

El giro cómico (o no tanto, según se mire) viene cuando, al final, el negocio de las hamburguesas de colores resulta ser ruinoso. Algún aditivo de los que llevan hace que el que la consume se vuelva de dicho color. Todo aquél que consumió alguna hamburguesa le reclama su dinero al nuevo dueño, el Señor Cangrejo.

No es que se pueda interpretar retorcidamente el episodio. Éste simplemente plasma una realidad, demasiado frecuente en muchas empresas.

  • Aun en las situaciones más adversas, la dirección trata de resolver los problemas desoyendo a los empleados, y tratando los viejos trucos de siempre (ya me diréis qué gracia tiene ver a un cangrejo enterrarse en arena), o copiando a la competencia.
  • Pese a la perseverancia de los empleados en proponer sus ideas, éstas se oyen tarde e incluso, cuando son algo rompedoras, reciben la mofa de la dirección (e incluso de otros compañeros).
  • Cuando se tiene fe en la idea, la única salida que queda es el emprendimiento. Como consecuencia de ello, las empresas pierden magníficas ocasiones de desarrollar nuevos productos y servicios mediante el intraemprendimiento.
  • Irónicamente, la propia empresa puede llegar a adquirir la recién creada, ante el éxito demostrado de la misma. Normalmente el giro no es tan rocambolesco, pero sí es cierto que no pocas empresas implementan una política de adquisición de otras más pequeñas e innovadoras, pagando por ello un precio bastante superior al que hubiera supuesto apoyar el intraemprendimiento. Y éstas, en muchos casos, deciden matar la vaca, olvidarse del negocio y venderlo al mejor postor. Y, no en pocas ocasiones, la compra no sale como se espera (por ejemplo, al abandonar los fundadores la dirección y gestión de la misma).

Como último punto a destacar, por si a alguien le inspira algo, el principio que hay detrás de las hamburguesas de colores está muy de moda. La personalización de los productos al gusto de los clientes.

No está mal, como historia para recordar, tratándose de una serie de dibujos supuestamente infantil.

Os dejo un vídeo del episodio, en inglés (se entiende bastante bien, y con el miniguión que os he relatado, podríais seguirlo). No he sido capaz de encontrarlo de manera legal en Internet. El que os paso está en YouTube y no me negareis que tiene un punto original.

[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=BsnBmnjxrMo]

¿Te sientes escuchado cuando propones nuevas ideas en la empresa? ¿O te pasa más bien como a Bob Esponja? ¿Crees que se propicia suficientemente el intraemprendimiento en la empresa?

¡Gracias por comentar!

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8 comentarios

  1. Sobre los mensajes subliminales (y no tan subliminales) que encierran muchos de los dibujos animados que consumen nuestros niños, podemos hablar largo y tendido en otro momento…

    Lo que me preocupa es que continuamente bien en dibujos o en otro formatos nos intentan imponer un modelo de mercado (por extensión, de sociedad) que ya ha demostrado con creces su caducidad…

    Los comentarios de las cadenas de televisión sobre lo que está ocurriendo en el barrio de Gamonal (centrándose únicamente en la presunta violencia) sin atisbar la más mínima conexión con lo que ocurrió la semana anterior en Hamburgo deja claro de parte de quién están…

    1. Mensajes subliminales para los niños los ha habido siempre. Ahora acceden a tanta información que es muy complicado gestionar qué pueden ver y qué no.

      Los adultos también podemos decidir dónde informarnos, aunque tampoco estamos exentos de que nos las metan dobladas.

      Gracias por comentar #Jerby!

  2. Hola Ángel,
    creo que si te fichan para salir en Bob Esponja te hacen infinitamente feliz 🙂 🙂 :).
    A mí me parece que visto lo visto, muchos empleados con ideas más innovadoras pasarán desapercibidos, igual ni dicen que tienen una idea.
    El que quiera desarrollar esa idea se irá de la empresa.
    El problema es que en las empresas muchas veces está demasiado claro quien corta el bacalao.
    Saludos 🙂

    1. Cuento con tu voto si hace falta 😉

      El episodio refleja una realidad. Ni en todas las empresas, pero sí en demasiadas. Un objetivo de este blog es contribuir y concienciar para que las cosas cambien.

      Gracias por comentar!!

  3. Pues siguiendo tu consejo, me he puesto a revisar los otros artículos sobre Bob Esponja y comento en este porque me ha hecho gracia que esto de las hamburguesas de colores ya lo he visto yo, literalmente, en mi ciudad, Zaragoza. Aquí tenemos una hamburguesería que se ha hecho famosa precisamente por vender hamburguesas de colores, hasta el punto de aparecer en numerosos medios gracias a esta simpática ocurrencia original. No las he probado, pero dicen que están muy buenas. También parece ser que intentan adaptar los sabores al color del pan (así, las azules son de pescado, las verdes llevan algo de verdura, etc). Me pregunto si habrían visto este episodio en primer lugar, pero desde luego no parece que la cosa les vaya mal.

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